Ejecutar no ejecutados
Mis descansos del mediodía suelen ser acompañados por los programas sobre naturaleza en los que biólogos y científicos estudian a los animales: tienen sus propios sistemas de comunicación, su estilo de vida, su comunidad, su organización y sus reglas. Un alto desarrollo de los sentidos. A partir de su observación elaboran estrategias, organizaciones, modelos de conducta, logística y armamentos. Los chalecos antibalas se basan en la fortaleza inexpugnable que va tejiendo la minúscula araña. Qué decir de los pingüinos, su coraje, su autorregulación de la temperatura y su piel impermeable. O de la tortuga (quién no recuerda la moraleja de Esopo que a pesar de su aparente lentitud llega antes que la veloz liebre) cuyo duro caparazón es su mejor defensa.
Dicen los que conocen bien nuestro oficio que una de las características principales de un agente de éxito es tener la piel dura, un poco como la de esos pioneros, de los que habla Javier Sierra, que se les reconoce por las cicatrices. Nuestra piel va contando historias, que son años, como los anillos de los árboles. Vemos la ilusión y la tristeza. La generosidad y la cicatería. Las envidias y los apoyos sinceros. Los ciegos y los visionarios. Los claros y transparentes y los ilusionistas y enrevesados. Los dispendiosos y los previsores. Los afortunados y los abandonados por la fortuna. Las mentiras y las verdades. Las luces y las sombras. Trabajamos con personas y cada una de ellas, como bien sabemos, es un mundo.
Desde que el sistema financiero se ha resquebrajado vivimos tiempos en los que la línea de la fortuna se ha torcido para muchos debido a que los cimientos de nuestra sociedad se basaron en el consumo y en el valor de la posesión.
En este tiempo nuestra piel dura se ha nutrido del caparazón de la tortuga, ha tenido que recubrirse de la red que tejen hábilmente las arañas y del coraje del pingüino para poder cumplir con nuestro trabajo con la cabeza fría aunque con la boca del estómago ardiendo y ejecutar, como lo define el diccionario: "realizar una actividad que requiere especial talento"; con discreción, con confidencialidad, con delicadeza la misión social de nuestro oficio para que aquellas personas que han depositado en nosotros toda su confianza y nos cuentan sus pesadillas, para que aquellas personas para las que podemos ser una tabla de salvación logren salir adelante con su dignidad en alto y no se arrojen al abismo porque su patrimonio se ha esfumado o disminuido y la salud se ha minado. Tendamos puentes para que cada uno de nosotros podamos conseguir finalmente esa sonrisa, esa mano agradecida y esa boca de la que sale mil veces la palabra gracias.
Mis descansos del mediodía suelen ser acompañados por los programas sobre naturaleza en los que biólogos y científicos estudian a los animales: tienen sus propios sistemas de comunicación, su estilo de vida, su comunidad, su organización y sus reglas. Un alto desarrollo de los sentidos. A partir de su observación elaboran estrategias, organizaciones, modelos de conducta, logística y armamentos. Los chalecos antibalas se basan en la fortaleza inexpugnable que va tejiendo la minúscula araña. Qué decir de los pingüinos, su coraje, su autorregulación de la temperatura y su piel impermeable. O de la tortuga (quién no recuerda la moraleja de Esopo que a pesar de su aparente lentitud llega antes que la veloz liebre) cuyo duro caparazón es su mejor defensa.
Dicen los que conocen bien nuestro oficio que una de las características principales de un agente de éxito es tener la piel dura, un poco como la de esos pioneros, de los que habla Javier Sierra, que se les reconoce por las cicatrices. Nuestra piel va contando historias, que son años, como los anillos de los árboles. Vemos la ilusión y la tristeza. La generosidad y la cicatería. Las envidias y los apoyos sinceros. Los ciegos y los visionarios. Los claros y transparentes y los ilusionistas y enrevesados. Los dispendiosos y los previsores. Los afortunados y los abandonados por la fortuna. Las mentiras y las verdades. Las luces y las sombras. Trabajamos con personas y cada una de ellas, como bien sabemos, es un mundo.
Desde que el sistema financiero se ha resquebrajado vivimos tiempos en los que la línea de la fortuna se ha torcido para muchos debido a que los cimientos de nuestra sociedad se basaron en el consumo y en el valor de la posesión.
En este tiempo nuestra piel dura se ha nutrido del caparazón de la tortuga, ha tenido que recubrirse de la red que tejen hábilmente las arañas y del coraje del pingüino para poder cumplir con nuestro trabajo con la cabeza fría aunque con la boca del estómago ardiendo y ejecutar, como lo define el diccionario: "realizar una actividad que requiere especial talento"; con discreción, con confidencialidad, con delicadeza la misión social de nuestro oficio para que aquellas personas que han depositado en nosotros toda su confianza y nos cuentan sus pesadillas, para que aquellas personas para las que podemos ser una tabla de salvación logren salir adelante con su dignidad en alto y no se arrojen al abismo porque su patrimonio se ha esfumado o disminuido y la salud se ha minado. Tendamos puentes para que cada uno de nosotros podamos conseguir finalmente esa sonrisa, esa mano agradecida y esa boca de la que sale mil veces la palabra gracias.